Pacificad mi alma, haced de ella vuestro cielo, vuestra morada amada y el lugar de vuestro reposo. Que no os deje allí jamás sólo, sino que esté allí toda entera, completamente despierta en mi fe, en adoración total, completamente entregada a vuestra acción creadora.
¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor! quisiera ser una esposa para vuestro Corazón, quisiera cubriros de gloria, amaros... hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia y os pido os dignéis "revestirme de Vos mismo" Identificad mi alma con todos los movimientos de la vuestra; sumergidme, invadidme, sustituidme para que mi vida no sea más que una irradiación de vuestra vida. Venid a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
¡Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios! Quiero pasar mi vida escuchándoos; quiero hacerme dócil a vuestras enseñanzas, para aprenderlo todo de Vos; y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero miraros siempre y permanecer bajo vuestra gran luz.
¡Oh Astro amado!, fascinadme para que no pueda ya salir de vuestra irradiación.
¡Oh Fuego consumidor, Espíritu de Amor! "Descended a mí", para que se haga en mi alma como una encarnación del Verbo: que yo sea para El como una humanidad complementaria en la que renueve todo su Misterio.
Y Vos, ¡oh Padre eterno!, inclinaos hacia vuestra pequeña criatura, "cubridla con vuestra sombra", no veáis en ella más que al "Amado en quien Vos habéis puesto todas vuestras complacencias"
¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo! Yo me entrego a Vos como una presa. Encerraos en mí para que yo me encierre en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.»
Beata Sor Isabel de la Trinidad
21 de noviembre de 1904