miércoles, 2 de octubre de 2013

¿Qué voy a escribir?

Después de algún tiempo vuelvo a escribir en el Blog. Aunque no he abandonado el mundo digital, puesto que todos los días escribo en www.lecturadivina.blogspot.com
El tema de hoy es que no tengo tema. A veces me siento a pensar sobre qué voy a escribir y no caigo en la cuenta de que ya estoy produciendo algo para escribir con esa misma pregunta. Entonces ¿por qué no escribir sobre la pregunta: "qué voy a escribir"?
Antes de comenzar a plasmar algunas ideas en este espacio quiero hacer la siguiente aclaración: Estoy en medio de una clase de Moral en la universidad. No me puedo quejar mucho, pues tengo algo que aprender, pero sí tengo que anotar que esta clase es terrible. ¿Cómo puede uno apasionarse por algo que es trasmitido con tanta frialdad y y falta de pedagogía?
Creo que por eso los jóvenes se apasionan tanto por lo que hacen, porque alguien se los trasmitió con ardor, con pasión, con emoción. En cambio, muchas de las cosas necesarias en la vida o de las más importantes, como la fe, son trasmitidas muchas veces con tanta desidia y pereza que no llegan al corazón de muchos, o si llega al corazón queda adormecido y no genera un cambio de vida.
En estos días me vi un clásico del cine mexicano: El Padrecito, de Cantinflas. Me llamó la atención en esta película el contraste entre el curita de turno y el nuevo padrecito. El uno llega con toda la vida y la gana posibles, el otro estaba acostumbrado a su vida clerical y ya nada le causaba admiración. Su vida había perdido el picante, la alegría, la emoción, los sueños, etc. ¿Será que yo estoy cayendo en lo mismo?
Dios mío, líbrame de acostumbrarme a ti, porque el día que me acostumbre a tí, Señor, será el día que te pierda... o mejor dicho, el día en el que descubra que ya te perdí, porque tú eres una eterna novedad que todo lo haces nuevo. Y así como no hay un atardecer igual al otro, así mismo no hay un día en ti igual al anterior.
No dejes, Señor, que pierda el amor primero....
Bueno, volviendo al tema de este post: ¿sobre qué voy a escribir?... ya no importa... ya escribí.

domingo, 20 de enero de 2013

¿En qué consiste la paz interior y el combate espiritual?


"Por ejemplo, creemos que vencer en el combate espiritual significa librarnos de todos nuestros defectos, no sucumbir nunca a la tentación y dar fin a nuestras debilidades y nuestros fallos. Pero, ¡si en ese terreno somos vencidos inexorablemente! ¿Quién puede pretender no caer jamás? Ciertamente, eso no es lo que Dios exige de nosotros, pues Él conoce de qué hemos sido hechos, se acuerda de que no somos más que polvo (sal 102)
Por el contrario, el auténtico combate espiritual, más que la lucha por una victoria definitiva o por una infalibilidad totalmente fuera de nuestro alcance, consiste sobre todo en aprender a aceptar nuestros ocasionales fallos sin desanimarnos, a no perder la paz del corazón cuando caemos lamentablemente, a no entristecernos en exceso por nuestras derrotas y a saber aprovechar nuestros fracasos para saltar más arriba... Eso es siempre posible, a condición de que no nos angustiemos y conservemos la paz.
Podríamos, pues enunciar razonablemente este principio: el objeto fundamental del combate espiritual, hacia el que debe tender prioritariamente nuestro esfuerzo, no es conseguir siempre la victoria (sobre nuestras tentaciones o nuestras debilidades), sino, más bien, aprender a conservar la paz del corazón en cualquier circunstancia, incluso en caso de derrota.
Sólo así podremos alcanzar el otro objetivo, que consiste en la eliminación de nuestras caídas, defectos, imperfecciones y pecados. Debemos aspirar a esta victoria y desearla, pero siendo conscientes de que no la obtendremos gracias a nuestras fuerzas, y por lo tanto, que no hemos de pretender alcanzarla inmediatamente. Sólo la gracia de Dios nos conseguirá la victoria, gracia cuya acción será más poderosa y eficaz siempre que mantengamos nuestro interior en la paz y el abandono confiado en las manos de nuestro Padre del Cielo".

Tomado de La paz interior, Jacques Philippe. Capítulo 1 No 4. Pag. 18. Ed Patmos.