"Más sabe el Diablo por viejo que por Diablo". El mismo Demonio que, nos odia profundamente, sabe cómo y cuándo tentarnos. Aunque es bien sabido que nos odia profundamente y que está ansioso por hacernos caer, también es bien sabido que tiene la paciencia suficiente para aguardar el momento oportuno para atacar.
Algunas artes marciales fundamentan su secreto en utilizar la fuerza del oponente para hacerle daño a él mismo. Así suele actuar el Demonio. Si no estamos alertas y no medimos bien nuestras fuerzas y nuestras acciones podremos estar facilitándole las cosas al Enemigo. Claro está que la Gracia de Dios es nuestra mayor arma pero debemos estar prestos para sacarle el máximo provecho, dado que el Enemigo suele actuar de la siguiente manera:
Cuando un alma se acerca al Señor y comienza un proceso de conversión, el Diablo trata de persuadiría de que es mejor el mundo que está dejando atrás. Si no logra esta primera misión entonces tratará de enfriar en su corazón el amor primero. La rutina y la acomodación comienzan a martillar la voluntad y pronto, si no se está en guardia, todo estará perdido. El Enemigo sabe que mientras un alma se mantenga frecuentando los sacramentos y esté en constante oración su labor estará estropeada por la fuerza del Altísimo. Entonces, la malicia y astucia del Maligno promoverán en el alma la "costumbre" de la vida sacramental y convencerán de que está perfectamente bien, aunque día tras día su corazón se esté enfriando.
Si no hay una renovación diaria del propósito de entregarse al Señor la vida espiritual se irá secando y marchitando poco a poco. Pero, ¿cómo lograr esto? para este fin es absolutamente necesario que haya momentos intimidad con Dios, momento de soledad donde se hable de tú a tú, porque de lo contrario perderemos el contacto con el Señor y pronto iremos a engrosar las filas de los que en un momento de su vida se entregaron firmemente al Señor y después terminaron peor que cuando empezaron.
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