¡Con qué discípulos tan aprovechados cuenta el maestro callado en los claustros de los religiosos y de religiosas!
La primera regla, la esencia de todas las reglas conventuales, la palabra única a la que podrían reducirse la Constituciones de todos los Santos Fundadores es ésta: "Silencio".
Y silencio total, ¡por dentro y por fuera! silencio de boca, que ha de abrirse sólo para las necesidades de la vida de relación; silencio de imaginación, cuando quiere hablar como loca lenguaraz; y silencio de amor propio, cuando intenta ser tirano del orden y ladrón de la paz; silencio con las criaturas y con las pasiones, para mejor hablar y oír a Dios; silencio, aun hablando, porque se habla con voz mortificada; silencio con cara buena y con corazón alegre, porque con él se imita al Hijo de Dios callado en el Sagrario, y se pasa el día alabando al Padre con palabras de Dios, que son los salmo, y con silencio de Dios, que es la alabanza de la Hostia.
Os aseguro que el silencio de los monasterios y de las casas de religión, suena a los oídos de Jesús como el más armonioso coro de voces de ángeles.
Tomado de la obra: Jesús Callado. Beato Manuel González.
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