"Toda la autoridad divina fue menester para que la Santa aceptase el sublime encargo que le confiaba. "Ay, Dios mío" -exclamaba-, yo conozco mi flaqueza, temo haceros traición y que vuestros dones no estén seguros en mis manos. ¡Oh único amor mío! ¿Por qué no me dejáis en el camino ordinario de las hijas de Santa María? ¿Me habréis traído por ventura a esta casa para perderme? Dad esas gracias preciosas a las almas queridas que corresponderán mejor que yo, yo que no hago más que resistiros. Yo sólo quiero vuestro amor y vuestra cruz; esto me basta para ser buena religiosa, tal es mi único deseo".

Extraído del libro: Mes del Sagrado Corazón, extractos de los escritos de S. Margaríta María de Alacoque. Ed. Mensajero.
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